Los cuencos tibetanos de siete metales

Cuencos de meditación

De hecho, no existen rastros escritos del origen de los boles tibetanos. Hace más de 5000 años, en las llanuras de Mongolia, los nómadas ya daban forma a cuencos de cobre a base de martillo... para usos de cocina.

A lo largo de miles de años, el cuenco evolucionó con mezclas de metales, y algunos chamanes empezaron a servirse de aquello que en un principio fuera un instrumento de cocina, un recipiente consagrado a este efecto, por los sonidos que desprendía, y este fue el nacimiento de los cuencos cantadores tibetanos.

La tradición tibetana nos habla de una aleación de siete metales diferentes.

Cada metal se refiere a uno de los siete chakras, lo que le dará, según se dice, virtudes terapéuticas. Según otras fuentes, los metales utilizados se refieren a los siete cuerpos celestes del sistema solar.

He aquí la composición:

Plata por la Luna

Cobre por Venus

Estaño por Júpiter

Hierro por Marte

Mercurio por Mercurio

Oro por el Sol

Plomo por Saturno

Hay diferentes usos posibles:

Una posibilidad es golpeando el bol con la ayuda del pequeño mazo, como se hace con un gong, y dejando que resuene según convenga a su usuario. Es el modo más simple de utilizarlo.

Otra forma es dando vueltas con el mazo sobre el borde exterior del cuenco; un modo simple para esta forma de uso es golpear primeramente el cuenco y luego voltear el mazo lentamente sobre el borde, puesto que la rapidez no da la sonoridad que se espera: es la regularidad y la lentitud lo que actúa en este caso.